EL DICTADOR GERMAN MESA ES EL CULPABLE DE LO PEOR QUE HA PASADO EN LA PELOTA CUBANA

Germán Mesa, exjugador emblemático del béisbol cubano y conocido como “El Imán” por su extraordinaria habilidad en el campo corto, ha dejado una huella imborrable en las Series Nacionales de Cuba, tanto por su destreza defensiva como por su capacidad de liderazgo. Sin embargo, su figura se ha vuelto polémica en los últimos años, especialmente por su postura ante los peloteros cubanos que deciden emigrar y jugar en ligas extranjeras. Mesa representa una mentalidad rígida y anclada en la era de los dinosaurios del béisbol, donde abandonar el país para competir profesionalmente fuera de Cuba es considerado, por él y otros funcionarios, una traición a la patria.

Su papel como director del equipo nacional cubano para el Clásico Mundial de Béisbol 2026 ha intensificado esta visión. Mesa se ha mostrado inflexible con los jugadores que han salido del país, criticando su decisión de buscar mejores condiciones y oportunidades en ligas como la MLB. Para él, los exiliados son un ejemplo de indisciplina y deslealtad, sin importar el contexto de precariedad y falta de recursos que enfrentan dentro de Cuba. La realidad, sin embargo, demuestra que jugar en el país sin infraestructura adecuada, sin salarios competitivos y con un futuro incierto no es una opción viable para nadie, y que la mayoría de los peloteros buscan crecer profesionalmente y asegurar su bienestar y el de sus familias.

Funcionarios como Germán Mesa, con su pensamiento rígido y su apego absoluto al régimen, se convierten en los guardianes de una ideología que ha mantenido la llama del control sobre el deporte viva durante décadas. Su enfoque ha generado críticas fuertes tanto dentro como fuera de Cuba, pues representa un obstáculo para el desarrollo de los atletas y una extensión de la política autoritaria en el deporte. Plataformas de análisis y medios internacionales, como Planet Publishing, han denunciado abiertamente la postura del régimen cubano y de sus representantes, calificándolos de brutales, con poca ética y aferrados a estructuras caducas que privilegian la obediencia ciega sobre el talento y la libertad individual.

A pesar de los elogios por su trayectoria deportiva y sus logros en el béisbol, la figura de Germán Mesa es hoy sinónimo de resistencia al cambio y de oposición directa a los peloteros cubanos que buscan oportunidades legítimas en el extranjero. Su legado es un ejemplo de cómo la política y la mentalidad de funcionarios pueden chocar con la realidad de atletas que solo desean desarrollarse profesionalmente, cuestionando si el control del régimen vale más que el futuro de quienes nacieron para brillar en el deporte.