La participación del equipo Cuba en el próximo Clásico Mundial de Béisbol está rodeada de incertidumbre, no solo por razones deportivas o logísticas, sino por un complejo entramado político y legal que involucra directamente al gobierno de los Estados Unidos. A medida que se acercan los preparativos para la cita internacional, la posibilidad de que el Team Asere quede fuera del torneo por razones migratorias ha encendido las alarmas entre jugadores, directivos y aficionados.
El Clásico Mundial de Béisbol tiene previsto que el Grupo A dispute sus partidos en Puerto Rico, territorio estadounidense, lo que representa una barrera significativa para la delegación cubana. Bajo las políticas migratorias vigentes en Estados Unidos, sobre todo aquellas heredadas del mandato del expresidente Donald Trump, Cuba se encuentra en una lista de países considerados de “alto riesgo” o que no cumplen con ciertos requisitos legales para el otorgamiento de visados. Esto complica enormemente los trámites para que los peloteros y el cuerpo técnico de la isla puedan obtener los permisos necesarios para entrar al país.
A pesar de ello, existe una posible vía legal que mantiene viva la esperanza. Un documento emitido por la Embajada de Estados Unidos en Cuba establece que atletas, entrenadores y personal de apoyo pueden recibir un tratamiento especial al solicitar visados, siempre y cuando participen en eventos deportivos de alta envergadura como los Juegos Olímpicos, Copas Mundiales u otros torneos que el Secretario de Estado considere relevantes. El Clásico Mundial de Béisbol, organizado por MLB y la Confederación Mundial de Béisbol y Softbol (WBSC), encaja en esta categoría. No obstante, el problema es que esta “exención” no es automática. Su aprobación final queda a discreción del Secretario de Estado de EE.UU., quien puede decidir, en función de criterios políticos o diplomáticos, si Cuba participa o no.
En este contexto, se abre la posibilidad de que el equipo Cuba tenga que conformarse con una plantilla compuesta únicamente por jugadores que ya residen fuera de la isla. Esto dejaría fuera a varias figuras claves del béisbol cubano actual que aún viven en el país, alterando notablemente la calidad y representatividad del conjunto. Además, la decisión podría generar nuevas tensiones diplomáticas entre La Habana y Washington, justo cuando el tema migratorio y las relaciones bilaterales viven momentos complejos.
Los rumores sobre un posible veto, parcial o total, crecen día a día en los círculos deportivos y políticos. La falta de transparencia en las negociaciones y la demora en las decisiones oficiales alimentan la incertidumbre. Por ahora, la Federación Cubana de Béisbol no ha emitido comunicados concretos, pero se sabe que están realizando gestiones a través de organismos internacionales y de la propia WBSC para garantizar la participación sin restricciones del conjunto nacional.
En conclusión, Cuba está en una situación delicada: las puertas del Clásico Mundial no están cerradas del todo, pero tampoco abiertas completamente. Todo dependerá de las decisiones políticas que se tomen desde Washington, donde un solo funcionario podría definir el destino de todo un país en uno de los eventos más importantes del béisbol internacional. Mientras tanto, los jugadores cubanos y sus seguidores deben esperar en medio de la incertidumbre, aferrados a la esperanza de que el deporte logre imponerse a la política, al menos por una vez más.